
Júlia Prieto Moya
En este tiempo, he visto, escuchado y leído muchos testimonios de personas que han vivido con dolor crónico. Casi todas tienen algo en común: cuando se han recuperado dicen, “ahora, cuando el dolor aparece, lo ignoro y sigo adelante”.
A simple vista parece una frase sencilla, incluso inspiradora. Pero si la observamos de cerca, hay algo más profundo detrás. Porque como psicóloga especialista en dolor crónico, sé que ignorar el dolor no es posible.
El dolor, igual que el miedo, tiene una función protectora. No se puede eliminar, igual que no podemos “quitarnos el miedo” de encima. Ambos están ahí para protegernos.
Entonces, ¿Qué ha cambiado realmente en esas personas? No han aprendido a “ignorar” el dolor.
Han aprendido a reinterpretarlo. Han comprendido que en su caso el dolor no significa daño, ni es una amenaza. Que a veces el cerebro suena la alarma cuando ya no hay peligro real. Y que pueden seguir con su vida, porque están seguras.
Eso NO ocurre por voluntad o fuerza mental. Ocurre después de un proceso terapéutico en el que la persona reescribe su relación con el dolor. El dolor sigue ahí, pero su significado cambia.
Antes, el dolor era una amenaza: algo que generaba miedo, preocupación, sensación de peligro, falta de control.
Después del trabajo terapéutico, esas mismas señales ya no despiertan alarma.
Siguen existiendo, pero el cerebro ya no las interpreta como un riesgo.
Y esa diferencia lo cambia todo.
Por eso, cuando alguien dice “ahora ignoro mi dolor”, lo que en realidad está diciendo es:
“Ahora sé que estoy a salvo” "no tengo miedo".
No se trata de quitar el dolor, ni de forzar la mente a no sentirlo. Se trata de entenderlo, reeducarlo, y dejar que la vida no gire en torno a él. Eso no es ignorar. Eso es liberarse del miedo al dolor.

Júlia Prieto Moya
Sígueme
© 2025 Júlia Prieto Moya · Psicóloga clínica vía PIR/ Neuropsicóloga
Nªcolegiada: CV-13945
[contacto.doloriscausa@gmail.com]