He vivido el dolor crónico y hoy acompaño a otras personas a entenderlo

Hace un tiempo, mi vida empezó a encogerse. Todo giraba alrededor del dolor. Cada día me preguntaba: ¿Qué me pasa? ¿Cuándo se va a acabar esto?

Me llamo Júlia y soy psicóloga clínica y neuropsicóloga especializada en dolor crónico, con formación sanitaria vía PIR y más de 10 años de experiencia en el sistema público de salud.

Durante años he acompañado a personas en procesos complejos de salud mental.  Pero lo que me llevó a crear este proyecto fue algo más personal: pasé ocho meses con un dolor pélvico que nadie supo explicar ni aliviar. Visité especialistas y tratamientos sin resultado.

Aquella experiencia me enfrentó no solo al dolor físico, sino también a la incomprensión, la frustración y el silencio que muchas personas con dolor crónico conocen demasiado bien.

A partir de ahí comencé a estudiar de forma intensiva el enfoque más actualizado de la neurociencia del dolor, integrándolo con mi práctica clínica y con lo vivido como paciente. 


Cuando casi perdí la esperanza

Hace un tiempo el dolor lo teñia todo. Trabajaba con dolor, llegaba a casa agotada, sin fuerzas para nada más. Llegó un momento que dejé de hacer deporte, de salir con mis amigas, de hacer planes. Cada día me preguntaba: ¿Por qué no se va? ¿Qué me pasa?

Iba con un flotador de Barbie a todos lados por si tenía que pasar por la tortura: sentarme. Era lo único que me aliviaba un poco. Mi diagnóstico: neuropatía del pudendo.

Probé tratamientos, médicos, fisios. Gasté mucho dinero. Nada funcionaba. Y lo peor: empecé a perder la esperanza. Creí que esto no iba a cambiar nunca.

Lo que nadie me dijo —y fue clave para transformar mi vida— es que el dolor crónico tiene mucho que ver con el sistema nervioso. Pero al principio no entendía nada: ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?

Pues todo. El dolor se produce en el cerebro. El cerebro puede generar dolor con daño real... y también sin daño. Y en el dolor crónico el sistema nervioso cambia, se vuelve más sensible y contribuye a mantener el dolor.

Y no, no es imaginario. El dolor siempre es real. Tan real como el hambre.

Descubrí que el dolor crónico no era una señal de que mi cuerpo estaba roto, sino una experiencia compleja donde influyen mucho las creencias, las emociones y la memoria.

Me pilló desprevenida: ¿Cómo, siendo psicóloga, no sabía que esto era tan importante? Por fin tenía una explicación. Y también un camino diferente a los tratamientos físicos.

Me formé en neurociencia del dolor. Volví a confiar en mi cuerpo. Perdí el miedo. Poco a poco, el dolor se hizo pequeño. Sigue ahí, pero ya no manda en mi vida.

Ahora me siento sin flotador.

¿Quieres entender un poco mejor qué dice la neurociencia sobre el dolor crónico y por qué se mantiene?

Te envío dos cosas:

Un video en el que verás:

  • Por qué el dolor se cronifica.

  • Qué papel juega el sistema nervioso.

  • Y, lo más importante, por qué esto significa que hay un camino.

El segundo es un capítulo de mi libro, aún en edición: descubre por qué alteraciones como hernias o protusiones no siempre explican tu dolor crónico.

Así puedes comprobar que lo que te pasa tiene una explicación … y que hay un camino para recuperar calidad de vida.

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© 2025 Júlia Prieto Moya · Psicóloga clínica vía PIR/ Neuropsicóloga

Nªcolegiada: CV-13945

[contacto.doloriscausa@gmail.com]  



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