¿QUÉ ES REALMENTE EL DOLOR CRÓNICO?

Cuando nos hacemos daño —por ejemplo, al cortarnos o torcernos un tobillo— el dolor cumple una función clara: protegernos. Bueno, concretamente nos avisa que debemos proteger la zona.


Sin embargo, cuando el dolor persiste semanas o meses ya no suele reflejar el estado real del cuerpo. Es lo que conocemos como dolor crónico primario, y su funcionamiento es muy diferente. Como psicóloga especialista en dolor crónico, sé que comprender esta diferencia cambia la forma de abordar su tratamiento.

Hoy se distingue entre dos grandes tipos:

  • Dolor crónico secundario: aparece como consecuencia de una enfermedad o lesión reconocible, como la artritis o la endometriosis.

  • Dolor crónico primario: es aquel en el que no hay una causa médica que explique el dolor, como en la fibromialgia o ciertos tipos de dolor lumbar persistente, cervicalgia, cistitis funcional....

En ambos casos, el dolor es real, pero los mecanismos que lo mantienen no son exactamente los mismos.

EL PAPEL DEL SISTEMA NERVIOSO

Sabemos que cuando una persona tiene dolor crónico primario el sistema nervioso ha cambiado. Las neuronas que recogen señales del cuerpo se pueden haber vuelto más sensibles y comienzan a enviar información al cerebro que no se corresponde con lo que está pasando en el cuerpo.

Pero que las neuronas que recogen información de tu cuerpo se hayan vuelto más sensibles no explica en si mismo el dolor crónico. Porque el dolor no se produce en estas neuronas. Se produce en el cerebro y sabemos que el cerebro en dolor crónico también ha cambiado.

El cerebro es un órgano un poco diferente al resto. A diferencia del corazón o los pulmones, no solo ejecuta funciones automáticas. También aprende, recuerda y se transforma según la información que recibe. Cada pensamiento, emoción o experiencia deja una huella: una red de conexiones neuronales que se refuerza o se debilita. Este proceso se llama neuroplasticidad, y es la base de nuestra capacidad para cambiar. El cerebro se reorganiza constantemente.

Estos cambios no son solo físicos: también implican aspectos emocionales y cognitivos. Por eso, la psicología del dolor crónico es una parte esencial del proceso de recuperación.

Cuando el dolor se mantiene, las áreas cerebrales que procesan el dolor, las emociones, la atención y la memoria se reorganizan, cambian. Es como si el cerebro estuviera atascado en "Modo dolor".


Y aunque sea algo que repita muchas veces: esto no significa que sea “mental” o “imaginario”.

¿SE PUEDE HACER ALGO?

Sí. Aunque estos cambios son reales, el sistema nervioso puede volver a cambiar de nuevo. Aprender que no hay peligro de daño y que no es necesario producir dolor.


Esto ocurre cuando recuperamos sensación de seguridad, movimiento y confianza. No se trata de “pensar en positivo” ni de ignorar el dolor, sino de ayudar al sistema nervioso para que se sienta protegido otra vez. Porque no podemos elegir si sentimos o no sentimos dolor, pero sí podemos influir sobre nuestro sistema nervioso para calmarlo. Nuestro cerebro, no vive ajeno a nosotros ni a lo que pasa a nuestro alrededor.

En resumen

El dolor crónico no es un daño agudo que se está prolongando en el tiempo. Es dolor crónico es una respuesta de nuestro cerebro que ha perdido su función protectora y se mantiene por sí misma.

Comprenderlo es el primer paso para dejar atrás la incertidumbre y el miedo y empezar a trabajar en el proceso de recuperación. Este es el objetivo del tratamiento psicológico del dolor crónico, centrado en recuperar sensación de seguridad, movimiento y confianza.

Júlia Prieto Moya

Psicóloga Clínica y Neuropsicóloga

Especialista en Dolor Crónico

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© 2025 Júlia Prieto Moya · Psicóloga clínica vía PIR/ Neuropsicóloga

Nªcolegiada: CV-13945

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